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El error de ser perfectos

El otro día escuché un dato muy curioso en un podcast de psicología. El psiquiatra invitado dijo que «los feos eran más recordados», mientras que a los guapos se les solía confundir con otros. Esto me hizo mucha gracia, pero realmente creo que se puede extrapolar a todos los ámbitos de la vida. Recuerdo a esa implacable Despentes defendiendo la libertad en la «no belleza de la mujer» de su Teoría King Kong o a Picasso que, a pesar de iniciar su trabajo con obras al más puro estilo clásico, decidió optar por lo bizarro y crear el cubismo. Hay una presión por lo canónicamente bello que a ojos de una persona que ha sanado sus prejuicios internos, se ve totalmente desfasada. No le quitemos el mérito a lo que siempre ha sido hermoso, simplemente aceptemos que lo comúnmente denominado «feo o extravagante» es mucho más divertido. Durante siglos ha habido movimientos de vanguardia que han inclinado su balanza a favor de las diferencias, no dejándose caer en el error de ser perfectos.

De hecho, el psiquiatra que participaba en el podcast dijo que «los guapos sufren el peso de su belleza» y esto les provoca inseguridades, principalmente porque su valor reside en algo efímero a ojos de la sociedad y porque nunca sabrán cuáles son las verdaderas intenciones de la persona que permanece a su lado. ¿Es pura atracción física o huirá cuando conozca el interior? Claramente me parece una reflexión llevada muy al extremo, pero no quita que sea interesante replantear cierta libertad en el caos. Es como quitar la cadena de lo canónico y empezar a vivir en un mar de posibilidades, únicamente porque sabes que no tienes que agradar los ojos de nadie, solo rellenar el hueco que corazón y mente te pida, sin miedo a la vergüenza, sin miedo al fracaso, sin miedo al error de no llegar a ser perfectos.

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`Un puñado de centeno´ de Agatha Christie: o cómo representar la maldad humana.

El último libro narrado en mi canal de youtube («Sara Narraciones») fue «Un puñado de centeno« de la reina del crimen Agatha Christie. Lo digno de comentar de esta lectura es el rápido enganche que sufres desde las primeras páginas. La premisa, aunque simple, resulta maravillosamente desarrollada con los actos posteriores al crimen.

Como ya he mencionado, la sinopsis en sí misma no resulta atípica, un empresario que resulta asesinado en su despacho de manera sospechosa. La policía deberá resolver el caso y enlazarlo con el puñado de centeno encontrado en su bolsillo. Fin. Creo que, al venderlo de una forma tan sencilla, el lector mantiene sus expectativas bajas, sobre todo si ya ha leído otras obras de la autora; sin embargo, el asesinato de Rex Fortescue resulta ser a lo largo de las páginas el punto de comienzo, pero nada más. De hecho, la presencia de Miss Marple se ve justificada por otro de los muchos cliffhangers de la historia. Es como una madeja de lana que se va haciendo cada vez más grande y que solo podrá ser deshecha gracias a las majestuosas deducciones de la anciana protagonista. Lo curioso, por otra parte, es que Agatha ha tenido otras formas de ejecutar sus asesinatos para dar un toque mucho más espectacular, aquí, no obstante, dichas formas son rápidamente resueltas por la policía, lo que realmente te mantiene en vilo es la existencia de un asesino oculto en una familia un tanto extraña. También hay que destacar al personaje del inspector Neele, cuya presencia es mucho más destacable que la de Miss Marple, que realmente solo sirve para dar los remates finales, mientras que el personaje del policía da pie al desarrollo de la historia desde todos los puntos posibles.

Llegamos al punto álgido al mencionar el tramo final de la obra. El desenlace, aunque bastante bien ejecutado deja un sabor amargo e incluso triste en el lector. Si habéis leído otras obras menos conocidas de Christie como, por ejemplo: «El hombre del traje marrón» o «Destino desconocido» siempre notamos la influencia de la vida personal o creencias de la autora en la representación de sus personajes, y siempre he creído que hay cierta inquina hacia una serie de estereotipos. En esta obra vuelca un poco de ese odio o perjuicio en la revelación del criminal, justificándolo bajo el pretexto de que la la maldad humana es una verdad única e irreparable. Aun así, no hay ninguna laguna argumental que nos haga pensar que estamos ante una mala conclusión.