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«Belle» de Mamoru Hosoda: infancias rotas bajo la esencia de la bella y la bestia

No es la primera vez que hablamos del cuento de «la bella y la bestia» como eje argumental de una obra. Este clásico literario está tan interiorizado que muchos autores crean sus narrativas sin ser completamente conscientes del relato que versionan. Este no es el caso. Mamoru Hosoda para mí es uno de los mejores directores que ha dado la historia del cine universal aunque, por desgracia, sus obras queden relegadas por otros títulos que ya nacen con una estrella bajo el brazo únicamente por el sello o estudio que los ampara. No desmerezco el trabajo de ninguno, pero Mamoru rompe muchos moldes en lo que se refiere al cine de animación.

Belle es el avatar de una joven pueblerina llamada Suzu a la que un trauma le impide volver a cantar, pero el juego online «U» le permite encontrar una válvula de escape a ese sentimiento que le aprisiona el pecho. En el mundo digital, tan recurrente para el director (recordemos la mítica serie Digimon o su película Summer wars) Suzu Naito se hace la cantante más famosa, suscitando la curiosidad del mundo entero por conocer su verdadera identidad, pero un monstruoso personaje irrumpe de manera brusca en su nueva e irreal vida. Suzu no puede evitar interesarse por él, sobre todo al ver las extrañas cicatrices que no paran de salir en su espalda.

Lo que en un principio puede parecernos otro tópico, una película predecible sobre la autoestima y el valor para seguir luchando, al final demuestra ser un hermoso alegato a la vida desde una perspectiva poco común en el cine japonés, e incluso diría que occidental, el de la salud mental infantil. Estéticamente, Hosoda vuelve a sorprendernos con unos escenarios brillantes donde juega un papel primordial el contraste de la vida digital con la vida rural y todo esto añadido a una banda sonora que merece la pena agregar a nuestra lista de spotify.